jueves, 26 de octubre de 2017

PREGUNTAS a la DIMENSIÓN ESPIRITUAL RELIGIOSA del HOMBRE

Por Emmanuel Sicre, sj

Ante el desafío de una educación que forme "hombres para y con los demás" según nuestro paradigma ignaciano, necesitamos transitar cada vez con más intensidad el camino de la integralidad en nuestra propuesta. Por eso, directivos, docentes, familias y chicos del Colegio del Salvador miramos el horizonte del MAFI (mapa de aprendizajes para la formación integral) para caminar sin distraernos. A fin de profundizar en la dimensión espiritual religiosa les presento algunas preguntas en forma dramatizada que podrían dar mayor claridad en torno al tema.



Diálogo con la Dimensión Espiritual Religiosa (DER)
(La DER es presentada a todos, entra y la saludo. Luego comienza el diálogo).
-Docente: Desde que estamos con esto del MAFI es que tengo ganas de preguntarte ¿por qué sos tan importante? No sé, es como que ahora has sido posicionada al nivel de lo cognitivo y de lo afectivo, pero ¿es para tanto? Está bien que sea un colegio religioso, pero aquí la gente viene a estudiar.
-DER: Entiendo lo que me decís. Intentaré responderte. Presiento que puede haber algo de confusión allí. Estamos viviendo en un mundo donde el ser humano está expuesto constantemente a distintas amenazas. No es una novedad. Pero hay algo que me parece muy triste.
-Docente: ¿Qué? 
-DER: Que el hombre parece no darse cuenta de que necesita cuidarse a sí mismo, cuidar a los demás, y al mundo para no destruirlo todo. 
-Docente: ¿Y qué puede hacer el hombre para poder vivir mejor? 
-DER: Tiene que atender a que es un ser humano integral y darse el tiempo de aprender a discernir lo que le pasa, pensar, pero también de relacionarse con los demás y con su dimensión espiritual. Si no fracasará porque será un cabezón sin corazón ni alas, o un corazón sin razones para ir más allá, o un ser volado sin realidad. 
-Docente: Y ¿cómo podemos ayudarlo para que te preste atención, Dimensión Religiosa?
-DER: Creo que primero hay como que “desprivatizarme”. Mientras pensemos que soy una dimensión solitaria y sin relación con lo demás, seguirán probablemente confundidos y tentados. 
-Docente: ¿Tentados?
-DER: Sí, tentados de pensar que soy algo demasiado subjetivo y complicado. 
-Docente: ¿Cómo?
-DER: En muchos lugares la gente piensa que la dimensión espiritual religiosa es un invento de las religiones para subyugar las conciencias de las personas. Entonces, en vez de estudiar más, conocer y experimentarse como seres humanos espirituales y en relación con Dios, se cierran y prefieren el “analfabetismo espiritual religioso”. O al revés, toman licuado de “fes” y terminan en algo espiritualista y desencarnado de la realidad onda New Age, o una “religión a la carta” y sin compromisos con los demás.
-Docente: ... y a veces tienen razón. 
-DER: Sí, puede ser que la historia de las religiones sea tan humana como cualquier historia, la del cristianismo no está exenta, pero de ahí a pensar que algo propio del ser humano como es su dimensión religiosa y espiritual sea algo así como una “amenaza”, me parece curioso. ¿Por qué no pensar igual de la dimensión cognitiva por la que se han desarrollado inteligentemente tantos mecanismos de destrucción de la humanidad? ¿O de la dimensión afectiva por la que hay personas, o pueblos enteros, que viven con rencor toda su vida sin poder conseguir la paz? Tenemos que darnos cuenta de que las tres dimensiones estamos funcionando simultáneamente. Cada vez que el hombre piensa pone en acción sus afectos y su espíritu, así como cuando ama, piensa y se eleva, o cuando se sacrifica por los demás piensa y ama. Los seres humanos son un entramado de estas tres dimensiones.
-Docente: Es cierto. Pero, ¿cómo podríamos tomarte más en serio, Dimensión Espiritual, si a veces sos tan compleja? Aquí hacemos muchas cosas para tenerte presente y parece que nunca alcanza. Actividades y más actividades, y nos cuesta llegar a los chicos, a las familias, al corazón incrédulo de este tiempo que parece adormecido por el consumo y la lógica de la competitividad. 
-DER: Ese es el problema: pensar que hay que hacer cosas. 
-Docente: Y ¿entonces?
-DER: Hay que abrir el corazón, la mente y el espíritu para darse cuenta de que todo el Colegio puede estar impregnado de lo espiritual. ¿Acaso no decía san Ignacio que “Dios está en todas las cosas y todas las cosas en Él”? 
-Docente: Sí, pero ¿qué Dios?
-DER: El Dios del Amor del que habla Jesús, el que nos enseña que somos todos iguales, que debemos respetarnos, acompañarnos y amarnos como somos, sin odiar, ni discriminar, ni dañar al otro. 
-Docente: Sí, pero no todos creen en ese Dios.
-DER: Pero ese Dios de Jesús está dispuesto a respetarlos infinitamente. No podemos dejar de comunicarlo. ¡Sería un desperdicio! Alguien tan bello, tan sano, tan preocupado porque estemos bien, seamos felices y podamos sobrellevar nuestros sufrimientos con amor, no puede ser dejado de lado. ¡Es un tesoro inmenso!
-Docente: Tiene sentido. Entonces, ¿quiénes están implicados en atenderte aquí, DER?
-DER: ¡TODOS! Absolutamente todos. Desde quien trabaja con números, al que está en pastoral, desde quien limpia como quien dirige la institución, desde quien saca cuentas como quien repara cosas. Cada uno a su ritmo, a su tiempo, pero todos están invitados a valorar y crecer su Dimensión Espiritual Religiosa, primero en sí mismos y después en quienes sirven. Este es el antídoto contra un mundo herido de egoísmo y superficialidad.
-Docente: ¿Eso significa que ahora tengo que evaluar a los chicos en su Espiritualidad y Religiosidad, así como en las demás dimensiones?
-DER: ¡NO!!!! ¡Yo no puedo ser evaluada como un examen que hay que aprobar!!! De ninguna manera.
-Docente: Entonces, ¿qué podemos hacer con vos?
-DER: La dimensión espiritual religiosa de una persona puede ser valorada, acompañada, sopesada, discernida a partir del modo en que un chico se revela en su día a día o en momentos muy concretos como una charla personal, un campamento, un testimonio, una clase, un cuestionamiento hondo, una actitud solidaria; en fin, cuando decimos que una persona nos toca porque es capaz de amar y ser amada en cosas concretas. Y uds. en su compartir con los chicos son capaces de ver esos signos de amor más de una vez. Incluso ellos mismos pueden valorarlos y percibirlos. Por eso hay que dejar registro de esto, para que la memoria se nutra de cosas valiosas y el mal espíritu no las arrebate.
-Docente: ¡Es cierto! Es de las cosas más lindas que nos pasan aquí en el Colegio. 
-DER: Bueno, eso es valorar la dimensión espiritual religiosa. Saber rescatar, en el más mínimo deseo de trascendencia, que el Dios de Jesús está haciendo su trabajo de construcción del ser humano. Tal como lo ha hecho y lo sigue haciendo en uds. Entonces, más allá de las actividades concretas que son necesarias, se trata de una actitud de valoración positiva hacia lo espiritual religioso que les ayude a los chicos también a valorarla en sí mismos.
-Docente: Es cierto, si los grandes lo hacemos, lo chicos tarde o temprano lo harán. Somos muchas veces su reflejo.
-DER: Y aquí Uds. cuentan con una gran ventaja.
-Docente: ¿Cuál?
-DER: Son una comunidad. Y yo sólo puedo crecer en comunidad, en relación. Eso es el Reino que comunicó Jesús.
-Docente: Me perdí. ¿Cómo el Reino de Jesús?
-DER: Claro, el amor de Cristo está en Uds. Sólo hay que dejarlo salir para que florezca entre nosotros.
-Docente: ¿Y cómo podemos hacerlo salir?
-DER: Aquí tienen muchos medios para despertarme en cada uno de uds. Y en especial, de los chicos. En primer lugar, es necesaria una actitud interior de respeto por lo espiritual de cada uno. Después, las múltiples cosas que hacen para tenerme presente: la pausa ignaciana, los ECC, los Ejercicios Espirituales, la relación personal con los chicos, las reconciliaciones, las preguntas importantes y hondas, la generación de espacios de escucha y atención a la vida, …
-Docente: Guau!!! ¿Todo eso?
-DER: No! Esperá que hay más! Los talleres, las actividades solidarias, la lucha por la dignidad, el trabajo con las familias, el dar gracias y pedir a Dios, las fiestas y celebraciones, las charlas personales, el acompañamiento espiritual, las Eucaristías, la oración. Cada vez que acompañan y se involucran en esto, aunque a veces siempre hay cosas más urgentes, todas estas cuestiones son motivo para que yo pueda crecer en Uds. y en los chicos.
-Docente: Pero no todos están dispuestos a esto. Es un trabajo enorme motivar a todos a atenderte con tantas cosas que tenemos que hacer los docentes.
-DER: Tenés razón, es un desafío grande, pero tenemos que soñar con una educación que les sirva a los chicos a vivir en un mundo muy complejo en muchos niveles y distinto al que nosotros crecimos, tenemos que “des-aprender” muchos modos que ya no nos sirven en la educación y animarnos a aprender con los chicos a cuidar lo importante en todos.

-Docente: Gracias Dimensión Espiritual Religiosa por ayudarme a comprenderte mejor.

martes, 17 de octubre de 2017

¿POR QUÉ HACEMOS LA PAUSA IGNACIANA? Fundamento antropo-teológico.


Fundamento antropo-teológico del hombre pleno: ser imagen de Cristo
Por Emmanuel Sicre, sj

“Decimos, en efecto, que Dios y el hombre se sirven mutuamente de modelo el uno para el otro, y que Dios se humaniza para el hombre, en su amor por el hombre, en la misma medida en que el hombre, fortalecido por la caridad, se transforma por Dios en dios”.
Máximo en Confesor 662 d.C.

Cuando hacemos la pausa que san Ignacio nos recomienda al terminar alguna actividad tomamos contacto con algo muy importante: lo que somos y Dios siendo en nosotros, en la historia, en el mundo. De allí que el hábito del examinar nos dé alguna novedad sobre nosotros mismos, o una confirmación de algo que está pasando en nuestra vida, o alguna invitación a crecer. Se trata de un ejercicio de autonocimiento y, al mismo tiempo, de reconocimiento de Dios. Por eso, para quien está en conflicto con la fe, lo primero es más fácil que lo segundo. Sin embargo, el hábito del examen al buscar el cuidado de la interioridad, de la dimensión espiritual de cada uno, puede convertirse en una acción más de siembra a largo plazo que una constatación directa de la vida de fe.


En efecto, una vez que uno haya hecho la indagación por el ser del hombre y habernos asomado a su misterio, esto es, al entramado de hilos diversos que constituyen su condición de posibilidad, cabe preguntarse: ¿Por qué el hombre anhela conocerse a sí mismo? ¿Por qué la fuente de la sabiduría radica en la verdad de su ser? ¿Qué hace al hombre ser un buscador de sentidos a su existencia? En definitiva, ¿por qué el hombre?
Desde una comprensión antropológica integral que abarque la mayor cantidad de vínculos constitutivos del hombre y su circunstancia -como la que pretendemos en la educación ignaciana, nos llega la certeza de la complejidad de relaciones que nos atraviesan y constituyen, pero, al mismo tiempo, brota el asombro por la belleza de lo que es el ser humano. ¡Qué increíble ser es el hombre! ¡Qué admirable!
Esta paradoja que somos está en plena sintonía con la tradición judeocristiana cuando ve a Cristo como la plasmación de Dios en el hombre por medio del Espíritu. Es decir, cómo el Espíritu realiza en el hombre la nueva creación que nos es dada en Cristo Resucitado y entonces descubre el sentido de su vida en este mundo. Cristo es el hombre vincular pleno hecho carne, esto es, hecho historia. Él es el hombre que vivió el vínculo con sus cuatro dimensiones (con el mundo, con él mismo, con los demás y con Dios) plenamente vivo y, si bien sufrió la tensión que corta el vínculo, nunca se dio, gracias al amor del Padre y la fuerza del Espíritu que siempre circuló por los canales de su ser.
La nueva creación que inaugura Cristo con su entrega de la vida por amor al hombre manifiesta cómo es que Dios revela el ser del hombre en su plenitud. Cristo es el hombre nuevo, Cristo es el ser humano integral que ha restaurado todos los vínculos que sostienen el ser del hombre. Por medio de él es que ahora sabemos cuál es el hombre que Dios crea a su imagen y semejanza: el hombre pleno. Por esto, toda nuestra vida tiende a estar tensionada a dejarnos salvar en nuestros vínculos constitutivos, para que podamos ser imagen de la Imagen por la que fuimos plasmados al venir al mundo.
¿Para qué? Bueno, para que podamos hacer lo que hace Cristo y que nos es comunicado por la Palabra de los Evangelios: dar, entregar, ofrecer la vida por amor sin esperar nada a cambio. Por eso, la fuente de la sabiduría radica en el hombre mismo, porque al buscarse a sí mismo encuentra la imagen del Cristo interior que es y desde la cual Dios le comunica su sostén, su gracia, su vida.

Cuando la ruptura de los vínculos obtura los canales por donde circula el ser del hombre y lo encierra en sí mismo, la percepción del Cristo interior plasmada en lo más íntimo del ser humano queda disminuida o muerta. He aquí la dificultad de sentir y creer en la dignidad propia y del hermano, en la del mundo como creación y no sólo mera naturaleza, en la del amor como fuente y destino del ser del hombre. Sólo esa dignidad es la que le permite al hombre creer que un Dios como el de Jesús sea real, verdadero y divino. Por eso, cuando nos enamoramos de la dignidad del hombre, del mundo y del amor, nace en nosotros el deseo de ofrecer la belleza de nuestra vida por la verdad.