sábado, 23 de septiembre de 2017

DARLE "ENTER" A LO IMPORTANTE

Los jóvenes ante el desafío de un mundo –exterior e interior- algo peligroso.

Por Emmanuel Sicre, sj

Muchas veces en la vida nos encontramos con la necesidad de darle enter a las cosas importantes para crecer en serio. Una de ellas, en este momento del mundo, es la paz. ¡Tenemos que darle enter a la paz, no podemos seguir así! El mundo se nos ha convertido en un lugar que hiere, destruye, mata a los seres humanos y es tal el desconcierto que no sabemos qué hacer.
El planeta tierra es, para muchísimas personas a lo largo y a lo ancho, una casa peligrosa de la que hay que huir. De ahí que el “sálvese quien pueda” haya impuesto a la sociedad cosas que se terminan usando como mecanismos de evasión de la realidad: redes sociales, drogas, alcohol, barrios cerrados, consumo, dinero, etc.
Y por eso el absurdo: ¿cómo es posible que la guerra se trague los recursos para alimentación y educación de los niños? ¿Cómo es que los desplazados por conflictos armados en todo el mundo son confinados a morir ahogados o de hambre por la mezquindad de unos pocos? ¿Cómo que los mercaderes de la muerte les roban el sentido de la vida a los jóvenes mientras los entretienen con estupideces?
Pero también, y yendo quizá más cerca de quien tiene tiempo para leer este texto, ¿cómo es posible que una simple frase o comentario de alguien en mi familia o de mis amigos me deje con angustia toda la noche y sin dormir? Muchos jóvenes cuando están en una tormenta emocional se preguntan: ¿cuándo me dejarán en paz? ¿Podré vivir en paz alguna vez?

CÓMO DARLE ENTER A LA PAZ
En la espiritualidad de Ignacio de Loyola darle enter a algo es determinarse, es decir, poner la fuerza necesaria para dar el paso que hay que dar confiando en Dios. Pero ¿cómo saber cuándo es el momento justo? ¿Cómo no caer en un voluntarismo que me hace pensar que todo depende de mí llevándome o al egoísmo, o al miedo?
La respuesta está en el discernimiento. Luchar por escuchar la voz de Jesús que nos invita siempre a la plenitud, al sentido, al amor, al perdón, a la entrega, a la aceptación, a la ansiada paz. La palabra de Jesús busca siempre dejarnos en la paz de saber que Dios está con nosotros en nuestro caminar y más allá de las dificultades.
Darle espacio a la paz interior es la condición para que haya paz en el mundo. Esto es, empezar a escuchar las voces con las que lidiamos interiormente para ver qué nos dicen. Voces de todo tipo, pero por lo general voces negativas que nos corroen el alma. Más de una vez nos descubrimos diciéndonos cosas feas, insultándonos, dándonos con un palo, acusándonos, y regañándonos por lo que experimentamos.
Pareciera que nadie nos enseñó qué hacer con los sentimientos negativos o emociones feas como el odio o la envidia, entonces, ante el susto de pensar que somos capaces de algo tan horrible o la culpa de que estamos haciendo mal al sentir tal o cual cosa, nos mutilamos lo que vivenciamos con el machete de nuestra propia voz enmudeciéndonos como una maestra furiosa ante la diablura de un niño.
Admitámoslo, muchas veces somos ignorantes de qué hacer con lo que experimentamos en la interioridad. Somos cortos a la hora de tratarnos bien. Estamos acostumbrados a reproducir el esquema valorativo de la escuela, de las redes, o de la casa en el modo en que nos decimos las cosas a nosotros mismos.
Esto provoca, como es evidente, una cierta violencia. Nos violentamos adentro y por eso llegan momentos en que esto nos salta y termina dañando una relación con alguien que queremos, o con la sociedad. ¿O acaso lo que vemos en los medios de comunicación no es fruto de gente que, de tanto maltrato –propio y ajeno-, termina destruyendo todo porque no encuentra otro modo de expresión “eficaz”? Todos juzgan, todos condenan, todos matan, todos destruyen a los demás, todos tienen derecho a decir lo que les pinta, todos, y sin pensar mucho, se sienten habilitados a lazar fuera de sí lo que, en definitiva, cargan adentro.
Por eso, si no escuchamos lo que tenemos guardado nunca podremos construir una sociedad en paz. Es necesario darnos el tiempo de sentir las voces con las que convivimos y hablar con ellas, escucharlas, tratarlas con levedad. Establecer un diálogo interior para poder ser agentes de paz, de amabilidad, de cercanía y compasión ante tantos heridos interiormente. Tenemos que lograr que la gente, después de haber entrado en relación con nosotros, se vaya con paz, serena, dispuesta a dar de sí su mejor versión.

DARLE ENTER A LA PAZ DE JESÚS
Esto es lo que nos cuentan los Evangelios que hacía Jesús: traer paz. Pero, ¿qué paz? La paz de Jesús es la paz más ancha y amplia que se haya conocido sobre la faz de la tierra. Por eso le costó la cruz. Jesús trajo la paz al corazón del hombre que él mismo encarnó con sus gestos y palabras. Y la paz de Jesús cura, sana, alivia, libera, fortalece y alienta a los que lo buscan. ¿Cómo?
Al acercarnos a Cristo por medio de la oración, o de la conversación con alguien que nos escucha de verdad, o en la Eucaristía, o en cualesquiera de las formas en las que nos hacemos un espacio para estar con él; comienza a abrirse en nosotros lo que estamos viviendo con dolor, angustia o desazón y se libera toda la negatividad y confusión acumulada por el paso del tiempo y la presión.
Se abre y se libera, pero al modo en que Jesús sabe hacerlo: con fuerza y ternura. La voz de Jesucristo se escucha en lo interior de la conciencia trayendo una calma a la situación difícil o clarificando lo que sentimos. Esa luz nos disipa lo opaco del conflicto para que podamos ver qué hacer. Por eso la paz de Jesús no es como la paz de los cementerios o la paz de un spa, es la paz que desata una dinámica de amor en el mundo. No es la paz del “todo tranqui”, ni de la del adormecimiento del “narcosofá”, es la paz que inquieta y nos deja vibrantes de sentido.
Cuando la paz de Jesús llega al corazón propio o de una comunidad que lo busca todo se vuelve distinto, nuevo, fresco. Ya no siento que me amenacen, ni que lo que me digan es una tortura, ni que tomar contacto con lo que sufro sea una tragedia. Porque su voz es suave, dulce y valiente. Te hace ir a las zonas heridas del corazón, pero para sanarte, consolarte, darte ánimo para recomenzar, reconstruir, reparar, restaurar y armonizar un modo nuevo de entender a los demás, al mundo y, en definitiva, a vos mismo.
Darle enter a la paz de Jesús es dejar atrás las voces negativas para escuchar las positivas, las de aliento, las de valentía ante los desafíos de la vida. Muchos jóvenes hoy se sienten solos y tienen miedo de escucharse -un símbolo de esto son los audífonos a todo lo que dan-, entonces prefieren tapar con algo fuerte que acalle con “violencia” lo que viene de adentro. Pero lo cierto es que lo que está adentro –un rencor, una pena, un dolor, una vergüenza, un secreto, un sufrimiento, una venganza, un desatino, un error…- siempre pide salir, ser atendido, ser tenido en cuenta para poder encontrarle el sentido y dejar de molestarnos. De ahí que la postergación sólo provoque más dificultad.

LA BATALLA POR LA PAZ
Hay que animarse a darle batalla al mal espíritu que, ante las voces de Jesús y de quienes nos aman, nos quiere paralizados, mudos, rígidos. El “autobullying” debe ser detenido, rechazado, delatado y acusado para que disminuya y desaparezca. Entonces sí habrá paz en el corazón propio, en el de nuestro entorno y de la sociedad a la que pertenecemos.
Dar batalla por la paz tiene una dimensión personal y otra colectiva. La personal implica escucharse y darle enter a lo que queremos para nuestra vida poniéndonos en manos de Dios y confiando en que está con y por nosotros trabajando. Y colectiva porque cuando muchas personas escuchan su voz de paz encuentran fuerza para darle batalla a la guerra que nos mata por dentro y por fuera.

Es necesario darle enter a la paz y dejar que la relación con el Dios de Jesús nos marque el camino hacia el sentido de la vida. Por eso, esta noche, cuando estés a punto de dormir anímate a darle enter a la paz de Jesús hablando con él de las cosas que te pasan. Verás cómo desde lo hondo brotará una confianza renovada, un consuelo no inventado y un deseo de abrir una nueva ventana para que entre luz.

domingo, 10 de septiembre de 2017

ORACIÓN PARA TOCAR MEJOR

“Acerca tu mano: métela en mi costado” Jn 20,27
Señor del Cielo y de la Tierra
que por medio de las manos de tu Hijo
salvaste y sanaste,
ven con tu Espíritu
y purifica mi sentido del tacto.

Concédeme la gracia, Señor,
de reconocer tu  presencia
en cada persona
en cada ser
en cada cosa
que toque y me toque.

Purifica mi tocar
para que pueda pasar
de la sensualidad que esclaviza
al verdadero placer de la sensitividad.
Para que el deseo de poseer egoísta
se convierta en gesto de donación
a los otros en el Otro.

Ayúdame, Jesús, a descubrir
tu mano sanadora para que,
por medio de mi tacto
pueda comunicar el amor
pueda relacionarme con el mundo

Dame la gracia
de abrazar y ser abrazado,
de acariciar y ser acariciado,
porque estando contigo en el otro
eres tú quien me acaricia y abraza.
Quien me da paz y me consuela.

Permite Padre,
que la rudeza de la pobreza,
de la enfermedad
del sufrimiento
eduquen mi tacto
para besar y cuidar en tu Nombre
a los que más te necesitan,
para que mi sensitividad me conduzca a la sensibilidad.

Gracias Dios, por sentirte
y comunicarte conmigo,

a través de este sentido.